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No recomendado para señoritas

Entrevista al escritor José Rosas Ribeyro

Publicado: 2014-10-31
Se encuentra entre nosotros el escritor y periodista peruano José Rosas Ribeyro quien radica en Francia hace más de 30 años. El autor formó parte del Infrarrealismo, movimiento poético fundado en México por iniciativa del escritor chileno Roberto Bolaño y del mexicano Mario Santiago Papasquiaro. Anteriormente, Rosas Ribeyro había fundado la revista "Estación Reunida", con el que marcó el quehacer literario peruano de los años setenta. Igualmente destacó como periodista en la revista “Marka” de entonces. Entre sus publicaciones cuentan "Curriculum mortis"; "Ciudad del infierno"; “Contemplaciones. (Apunte de un sobreviviente)” “Todo es aluvión” y "País sin nombre". En París se desempeña como periodista de temas culturales en diversos medios. Ha colaborado también con artículos, entrevistas y textos literarios en revistas como "Casa del tiempo" y “Suplemento Cultural de la Jornada” (México); "Haraui" y "Martín" (Perú); "Memoria", ”Trafalgar Square" y "Encuentro" (España) y "Poética" (Uruguay). El autor está próximo a presentar una nueva producción literaria: “No recomendado para señoritas” (Editorial Summa, 2014). En esta entrevista nos da señas de su nuevo libro y de lo que observa del acontecer nacional, tanto a nivel cultural como político.

José, en la primera parte de tu producción literaria has publicado poesía, novelas, crónicas entre otros géneros ¿te consideras más novelista que poeta?
Me considero un tipo que escribe sin disciplina. No soy un escritor profesional, nunca lo he sido, como dijo alguna vez José María Arguedas en una famosa conversación con Julio Cortázar. He escrito mucho porque ejerzo el periodismo, y porque más o menos sé escribir o más o menos sé pensar. No tengo vocación de nada. He sido profesor y no me gusta, ejercí como periodista pero tampoco me gusta. Mi vocación se vio frustrada, porque me hubiera gustado ser cineasta. Soy Doctor en Historia, me doctoré en París en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales con una tesis sobre en anarquismo México, pero tampoco me asumo como historiador: después de esa tesis nunca más hice investigación. Me considero un hombre que escribe y que no hace mucha diferencia en cuanto a los géneros.
Hay quienes creen ver en tus libros literatura autobiográfica
Parte de mi poesía tiene algo de prosa, con versos largos, son narrativos y ficcionales. En mis libros Curriculum mortis y Ciudad del infierno hay ficción dentro. En el primero el personaje central es Odiseo, una especie de Ulises cuyas aventuras transcurren en la vida cotidiana de hoy; en el segundo el personaje ficcional del libro es un hombre de Madagascar, llamado Juan Racotongrave, que llegó al Perú en 1949, el año de mi nacimiento. Ciudad de infierno se supone que fue escrito por él y que yo encontré los manuscritos en la calle, metidos en un sobre, tras su suicidio. ¿Es autobiográfico? No sé, todavía no me he suicidado en todo caso. Y luego viene la novela País sin nombre, algunos han dicho que más que novela es una memoria, y yo les contesto que no me importa el género pero que no es memoria porque tengo muy mala memoria. Es un libro de ficción porque lo que no recuerdo me lo invento.
¿Pero es autobiográfica o no País sin nombre?
Toda la literatura es autobiográfica en cierta medida. En mi novela el personaje se llama Javier Rosales; algunos dirán que su nombre se parece al mío; otros pretenden reconocer a los personajes en la vida real y yo les digo que no, que eso es imposible, porque son personajes ficticios en un libro que es literatura. Lo que sí es verdad en mi caso particular es que no tengo mucha imaginación como para inventarme un mundo de la A a la Z; mi imaginación funciona a partir de la realidad y la transforma a través de la invención, la exageración y la ironía.
¿Como la caricatura que haces cuando relatas el amor entre un hombre y una acémila?
Es menos caricatura que lo que te puedes creer. En País sin nombre, Javier Rosales se encuentra con un amigo en una cantina, y éste le cuenta su historia de amor. Poco a poco se va revelando que el personaje no está enamorado de una mujer sino de una burra. Esto que parece increíble, se basa en una experiencia real: conocí y fui a una cantina con un muchacho cuyos padres tenían una granja en el norte del Perú, y como él se había enamorado de una burra lo enviaron a Huancayo para separarlo del animal de sus pasiones carnales. Aquella vez, después de haberse echado unos tragos se puso a recordar su amor por la burra y lloraba desconsoladamente. Eso yo lo he vivido, este amigo existió y lo que cuento me lo confesó. Yo no lo podía creer, y eso lo recojo en mi novela y lo transformo en ficción por la manera como lo cuento, el diálogo que invento, etcétera.
Este libro significa un antes y un después de tus otras obras
Es un libro de más de 500 páginas que para mí es como una especie de testamento, después de eso ya me puedo morir (sonríe), pero he seguido escribiendo y publicando. Te cuento una anécdota, cuando salió publicada la novela me invitaron a una radio limeña y, tras un diálogo con el animador del programa, abrieron los teléfonos, y entró la llamada de un señor que me dijo: "Yo compré su libro y lo leí todo ¡es un asco… está lleno de sexo!”, y de inmediato colgó. Esa reacción me sorprendió mucho porque el sexo no es el eje de la novela. En verdad es una novela de aprendizaje y el personaje apellidado Rosales descubre el amor, el sexo, la política, la literatura y las relaciones contradictorias con sus padres. Pero también es cierto que si hay algo que me molesta en la literatura peruana es cuando se habla de sexo. Salvo excepciones como Reynoso, los escritores suelen ser muy púdicos, y frente al sexo dan muchas vueltas y no van al grano. Yo pretendo, en cambio, decir las cosas sin pudibundez. Resulta además que en esa novela, estoy hablando de una época que no es cualquier época: son los años 60-70 y las mujeres se liberan sexualmente, llegan los anticonceptivos, las ideas revolucionarias, hacer el amor y no la guerra, el grito liberador del año 68 en diferentes lugares del mundo, hay mujeres se quitan los sostenes en las manifestaciones públicas y eso, de alguna manera, llegó al Perú, aunque no con el mismo nivel de intensidad, pero igual liberó muchas en lo que concierne la vida erótica y amorosa.
Luego de ese libro publicas Contemplaciones (apuntes de un sobreviviente)
Sí, publiqué en 2013 Contemplaciones (apuntes de un sobreviviente), un libro de poesía, si le quiere meter en algún género. Son fragmentos en verso extraídos del diario que llevo desde 1977, desde hace ya casi 40 años. El libro tiene como base una anécdota personal sobre una foto en la que aparezco con tres amigos de la época en que viví en México, tres infrarrealistas: Roberto Bolaño, Cuauthémoc Méndez y Mario Santiago (que todavía no se llamaba Papasquiaro). Un día en París estaba trabajando en la redacción en español de Radio Francia Internacional, cuando un colega periodista que estaba ante su computadora encuentra algo en la web y me llama: “¿José, este eres tú?” Afirmo: “sí, soy yo” y luego mirando la foto que aparece en la pantalla digo: “¡pucha… yo soy el único sobreviviente!”. De los cuatro que aparecemos en esa foto tres ya están muertos y eran más jóvenes que yo. De allí salió la idea de los “apuntes de un sobreviviente”, textos extraídos de mi diario que son reflexivos, melancólicos, contemplativos, apuntes que giran sobre temas como la pérdida del amor y la experiencia del desamor.
Está por publicarse un nuevo libro tuyo, No recomendado para señoritas, también narrativo. ¿En qué se basa este libro?

En las complejidades de las relaciones del ser humano de uno y otro sexo. Una vez más mis personajes tienen como base vidas reales con fuertes cargas emocionales pero son seres de ficción. A través de ellos aparece el machismo, la opresión sicológica y material de algunas mujeres, la relación edípica de los hombres con sus madres, los prejuicios raciales, el interés por alcanzar las metas como sea, las contradicciones entre la vida sexual y la vida sentimental, etcétera. No hay seres buenos ni seres malos, ni blanco ni negro, en todo caso los juicios de valor se los dejo al lector.

Este libro está dividido en tres partes. En la primera se reúnen monólogos de mujeres; en la segunda cuatro estados de una relación edípica, y en la tercera los relatos son monólogos que se cruzan, diálogos de varias voces, enfrentamientos de puntos de vista.

Por qué el título?
“No recomendado para señoritas”, sí, algunos dicen que ese título es horrible pero a mí me gusta, me parece curioso y tiene humor. Cuando yo era chico me gustaba mucho ir al cine, me escapaba del colegio para ver sobretodo películas francesas e italianas, ver a figuras como Brigitte Bardot o Claudia Cardinale. En aquel entonces, en el cine europeo ya se veían desnudos como en Y Dios creó a la mujer. Sobornábamos al boletero para entrar a pesar de los letreritos de "Prohibido para menores”, es que en esa época se era mayor a partir de los 21 años, pero más abajo en el mismo cartel decía: “No recomendado para señoritas". Porque para la mentalidad de entonces las imágenes eran muy fuertes para las mujeres jóvenes, inexpertas, probablemente vírgenes. Y esa advertencia me quedó como registro.
¿Cuánto se ha avanzado en lo que a producción literaria se refiere desde que te fuiste de nuestro país en los 70?
Cuando me fui de aquí no había casi nada en cuanto a instituciones culturales, era casi un desierto. Había poetas, escritores, por supuesto, y de calidad, pero no había dónde publicar y hacerlo le costaba un dineral al autor. Estaba, sí, la librería y editorial de Juan Mejía Baca en el jirón Azángaro: eso era un templo para nosotros; después se creó la librería Época en la calle Belén, en pleno centro, que traía libros de Argentina, Chile y México y estaba abierta hasta altas horas de la noche. Los jóvenes con ganas de escribir no teníamos espacio y había que abrirse campo a codazos para existir y así se dieron revistas y grupos literarios como Estación Reunida, en el primer caso, y Hora Zero, grupo con inicios parricidas. Se dice que la unión da la fuerza y así, pues, unidos, combativos, logramos espacios para existir.
¿Y en el nivel cultural?
La desgracia del Perú es que los gobiernos no se han interesado en la cultura y tampoco han invertido lo necesario en la educación y así se da que hay algunos profesores que tienen un nivel lamentable. En el Perú la educación está por los suelos. Desde hace algunos años, con la privatización salvaje cualquiera puede montar una escuela o una universidad y por eso hay centros de estudios superiores que tienen como rector a un semi analfabeto. Es penoso, pero a pesar de todo eso, veo que hay más centros culturales que antes y por todas partes, no sólo en los barrios con “tradición” cultural, y está también el esfuerzo de los jóvenes editores que sacan libros, en ediciones más que correctas, sin ningún apoyo del Estado. Además, ahora hay más teatros, hay más narradores, más dramaturgos de calidad y obras peruanas con buenas propuestas.
Cómo ves que aunque hayan pasado los años, Lima siga teniendo el poder centralista
Lima ahora sí es el Perú, hoy peruanos de todas partes están aquí y eso, en principio, es na riqueza. En los años 50 y 60 Lima era una pequeña ciudad de limeños y y una ciudad que tenía, creo, menos de un millón de habitantes. Los pocos provincianos que había eran personal de servicio en casa de los pudientes y los negros cocheros o botones en los hoteles de lujo. Ahora tenemos a los hijos de inmigrantes que son los nuevos limeños; paralelamente, y rompiendo un poco con el centralismo limeño tradicional, existen ahora las regiones, Cusco, Cajamarca, Arequipa y las otras, con fuerte presencia política y luchando contra el poder centralista de Lima. Creo que uno de los grandes problemas del Perú es no haberse unificado a través del transporte, la costa queda separada de la Amazonía por esa cordillera gigantesca que distancia a los costeños de la realidad del mundo andino. Uno de los grandes errores de la clase política peruana es haber abandonado el ferrocarril, no haber implementado nunca un tren que recorra la costa del Perú de norte a sur y haber dejado morir esa maravillas que era la línea de ferrocarril Lima-Huancayo.
¿Como escritor peruano sigues de cerca el acontecer político nacional?

Al comienzo de mi vida fuera del país, como que me era bastante indiferente el proceso político peruano, aunque en Francia se algo se sabía sobre el conflicto armado interno. Es que en esos años había desarrollado una relación de amor-odio con el Perú, consecuencia de la deportación a México que sufrí durante la dictadura velasquista. Luego, como me había jurado no volver nunca al Perú, dejé México con rumbo a Francia. Los militares dieron una amnistía pero yo no me acogí a ella porque yo quería orgullosamente que el gobierno presentara sus excusas por sacar a la gente de su país a la fuerza. Pese a mi juramento, volví en el 84 y pero lo hice utilizando un pasaporte británico que tengo porque mi padre era inglés, nacido en Liverpool pero de padre peruano y madre inglesa. Puedo decir ahora que, con el tiempo, me he ido reconciliando con el Perú y ya se está equilibrando mi relación: tengo pasaporte peruano y el DNI. Hoy sí sigo, más o menos, la política nacional, aunque me dé rabia. Estoy más pendiente de lo que sucede e intervengo incluso en debates y asumo posiciones propias a través de las redes sociales. Así, por ejemplo, cuando en las últimas elecciones presidenciales vi que competían diez candidatos impresentables, intervine para llamar el voto en banco o viciado, yo no acepto el concepto tramposo del “mal menor”.

Lamentablemente ahora en el Perú cuando se habla de política se habla casi exclusivamente de corrupción de unos y otros. Abres el periódico y te encuentras que uno es señalado por robo, el otro acusado por lavado de activos, no hay partidos, ni pensamiento, ni proyectos, solo las ganas de unos y otros de apropiarse por unos años del botín. La política peruana me causa desazón. Yo he sido de izquierda desde la adolescencia y sigo siéndolo, de manera bastante radical, aunque hay quienes me llaman “el renegado Rosas”. Lo que sí es claro para mí es que si viviera aquí no votaría, pagaría mi multa.

¿Qué opinas de los medios de comunicación de nuestro país?

Los medios de comunicación están mal en el mundo en general, pero aquí es una vergüenza absoluta, es un escándalo. La televisión local es basura casi de principio a fin, salvo tal vez el canal del Estado, que algo tiene, y uno que otro programa. La prensa escrita peruana es de lo peor del mundo, y lo digo, claramente ¡del mundo! En México, por ejemplo, hay prensa escrita que se puede leer, estemos de acuerdo o no con la posición política del medio y casi todos los periódicos tienen secciones de cultura importantes y proponen un suplemento de arte y literatura semanal. Aquí, en cambio, las páginas supuestamente culturales están repletas de chismografía de la farándula. El Comercio, que siempre fue un periódico de derecha pero del cual algo se podía rescatar, hoy sólo serviría para envolver pescado, pero creo que ya ni se le usa para eso. Es increíble, además, que en sus páginas “sociales” solo aparezcan personas de tipo europeo, puros blanquitos. El Dominical, dirigido por Martha Meier Miró Quesada, tiene un nivel que da vergüenza si se lo compara con los suplementos culturales de la prensa escrita argentina, chilena o mexicana.

Es verdad que ahora tenemos, más que antes, diversas revistas culturales bastante elaboradas y producidas con mucho esfuerzo, pero se dirigen a un sector para un sector súper reducido. La gente común y corriente no tiene acceso a ellas. Hace unos días, por ejemplo, me enteré a través del poeta José Luis Ayala de la existencia de una revista llamada Comentarios Reales que, al parecer, nadie conoce.

¿Por qué dices que admiras más a Manuel Gonzales Prada que a Miguel Grau?
Manuel González Prada, creo yo, es uno de los personajes más valiosos de la historia peruana. Grau, en cambio, como todos los héroes del Perú, es un derrotado. No hay un solo héroe peruano que haya ganado algo, son perdedores. Esto se inscribe en una especie de manía peruana de transformar las derrotas en victorias imaginarias, en mentiras. Grau era de seguro un “caballero de los mares” pero perdió. González Prada era un tipo que sabía que él como intelectual no debía imponerle su pensamiento, sus conocimientos a las clases populares. El contribuyó, eso sí, a formar las bases intelectuales de todo un movimiento obrero que logró con sus luchas, por ejemplo, imponer la jornada laboral de ocho horas. Hubo toda una élite de intelectuales obreros que se formaron con González Prada y luego actuaron de manera autónoma, él nunca jugó a reemplazarlos o a ser el líder o el guía. Era un escritor, un agitador de ideas y de valores que a través de su trabajo ayudó a que los trabajadores forjaran su propia prensa, sus talleres para aprendizajes diversos. Eso no lo hizo nadie después de González Prada.
¿Y José Carlos Mariátegui?
José Carlos Mariátegui tiene todo mi respeto pero murió joven. Fue un marxista heterodoxo y eso lo admiro, porque detesto todas las ortodoxias, políticas, económicas, morales o religiosas. Como intelectual que era dirigió la revista Amauta, admirable para la época en que se hizo, una revista de calidad, con debate de ideas, y que trató de comunicar a las diversas provincias, sin limitarse a Lima. No se pueden decir los mismos elogios, lamentablemente, de muchos de los “herederos” políticos, culturales y familiares de Mariátegui.

Escrito por

Tania Temoche

Periodista. Egresada de la Maestría Escritura Creativa. Ha publicado poesía, artículos y entrevistas literarias.


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