#ElPerúQueQueremos

Terror en los Andes

«En el virreinato los “indios” eran capturados de cien en cien para llevarlos a trabajos forzados en las minas»

Publicado: 2013-11-25
El libro Terror en los Andes, la violencia como sistema en el Perú colonial (Fondo Editorial UCH, 2013) de Pilar Roca, es un revelador ensayo de nuestra historia virreinal, poco conocido y que permite ahondar nuestras inquietudes en torno a lo sucedido en la gesta emancipadora liderada por José Gabriel Túpac Amaru, entre 1781 y 1783; cuenta con el aporte de citas y notas que no solo refieren a la ubicación de la fuente, sino que indica otras a las cuales el interesado puede recurrir si así lo desea. La autora ha concurrido al archivo del Cusco y a las bibliotecas especializadas en la materia que se encuentran en esa ciudad y a la Biblioteca Nacional de Lima. Autores como Carlos Daniel Valcárcel, Atilio Sivirichi, Francisco Loayza, Jorge Cornejo Bouroncle, fueron consultados sobre el tema. Esta primera edición ha salido bajo el sello de la Universidad de Ciencias y Humanidades. Es coautora de “Pachakúteq. Una aproximación a la cosmovisión andina” (2004) y la nativa “Ayataki. Canción por los muertos” (2010), al lado de su conjunto (como llama a su pareja) el cineasta y escritor Federico García Hurtado.

Pilar, ¿cuál es la propuesta de este título?
Dar a conocer una parte de la historia del Perú poco estudiada, poco conocida, como es la violencia que España ejerció contra Túpac Amaru, su familia y partidarios para proteger los intereses coloniales. España empleó la violencia política, económica, social, psicológica en su afán de salvaguardar su imperio.
Por tus investigaciones y el aporte de los anexos en tu libro, se evidencia la represión ejercida durante el virreinato sobre los originarios peruanos, actuando bajo una política de terror en todos los ámbitos.
Temerosos los españoles de perder sus colonias o virreinatos del Perú y Río La Plata, decidieron aterrorizar a la población para evitar cualquier levantamiento. Podríamos decir que a mayor deseo independentista, mayor represión. No repararon en ejercer la violencia física (torturas y muertes); violencia artística como la prohibición de la música, sus instrumentos, las artes plásticas y las representaciones dramáticas. La represión económica obligaba a pagar tasas de impuestos muy altos, así como trabajar en las minas y en los obrajes en calidad de esclavos. La represión cultural, desde el momento en que hicieron tabla rasa de nuestras diversas nacionalidades y etnias, se usó el apelativo de “indio” para generalizar al total de las etnias. No se reconoció individualmente a cada una, como los quechuas, aymaras, huitotos, waris, wankas; y se intentó alejar a los integrantes de cada etnia de su propia identidad. Se prohibió el traje de uso de las poblaciones originarias cambiándolas por el traje español y ropajes de Castilla, llegando a prohibir el uso del color negro por considerar (según la costumbre occidental) señal de duelo por la muerte de Atahualpa y/ o la de Túpac Amaru. También fue prohibida la enseñanza del quechua y se ordenó la requisa de quipus y tocapus, supuestamente por transmitir conocimientos de los antepasados del Incario. Se prohibió lecturas como Los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, aludiendo que perturbaba la mente de los “indios”.
Además de una política flagrante de violación de los derechos humanos.

A la llegada de los españoles se implanta una política de etnocidios. Para algunos estudiosos el Tawantinsuyo tenía 16 millones de habitantes y para otros 12. Luego de tres siglos de conquista quedaron 400 mil personas. Las causas de las muertes se deben a una política etnocida, como fue cambiar el sistema agrario por uno minero. La gente estaba obligada a trabajar en las minas, no teniendo ninguna condición de salubridad; se autorizó a los corregidores a hacer una especie de “saca”, donde se capturaba de cien en cien a los “indios” para llevarlos a los trabajos forzados en las minas. Otra manifestación del etnocidio ha sido los trabajos de obrajes y obrajillos, donde el “indio” permanecía atado al telar y estaba obligado a producir una cantidad de tela de bayeta. Si no cumplía la meta impuesta, el trabajador podía ser ejecutado.

Otra forma del genocidio se aplicó a través de los corregidores que tenían autorizado la matanza de acuerdo a parámetros establecidos por ellos mismos; si el “indio” no pagaba los productos de los “repartos”, el corregidor estaba autorizado a matar, siendo importante resaltar que este régimen era impositivo para el “indio”, pues se le hacía adquirir mercaderías o productos que a él no le interesaba, pero que el corregidor había comprado. Otra forma de genocidio fue el quitar las tierras a los ayllus; los pobladores originarios vieron reducidos sus hogares, viviendas o cultivos y las haciendas pasaban a manos de corregidores. Y los curas, aunque oficialmente no podían tener tierras, sí las tenían como otras autoridades españolas.

Parte de esa violencia política virreinal fue quitarle el derecho de uso de su apellido a José Gabriel y a sus descendientes.

Túpac Amaru desciende del Inca Felipe Túpac Amaru (uno de los últimos incas de la resistencia de Vilcabamba), decapitado por el virrey Toledo. Los españoles no querían reconocerlo como tal y se coludieron con un capitán de la Compañía de Dragones de Cotabambas, Vicente García, casado con María Ladrón de Guevara, tercera nieta de Felipe Betancur. García alude que su esposa es la legítima heredera de Felipe, y por lo tanto le corresponde a ella el cacicazgo, las tierras y la herencia. José Gabriel reclama su título de Inca por ser su derecho como legítimo descendiente y por entender que le facilita el reconocimiento como guía, amauta y conductor de su pueblo, cuestión indispensable para liderar el proceso revolucionario. Pasa en Lima dos años tratando de lograr el reconocimiento, lamentablemente no lo alcanza. La historia oficial nos habla de Túpac Amaru II, craso error; esto se basa en el derecho español y la sucesión del trono, pero ocurre que la costumbre no es poner el número detrás del apellido, sino el nombre, así por ejemplo se denomina Carlos III o Carlos V, por lo tanto no podía haber Túpac Amaru II, porque es el apellido que corresponde a la panaca (linaje), de la cual es tributario José Gabriel.

pilar roca

Es importante tener en claro que el apellido Túpac Amaru corresponde a una panaca real.
Así es. José Gabriel pertenece a la panaca de los Túpac Amaru, que se remonta, según la genealogía, a Felipe Túpac Amaru, ejecutado en 1672. Los españoles no reconocen la existencia de panacas, y por lo tanto aplican a cada persona los apellidos que los diferencian de los otros integrantes de ella; así, José Gabriel Túpac Amaru es conocido como José Gabriel Condorcanqui y Noguera, hijo de Rosa Noguera y Miguel Túpac Amaru (Miguel Condorcanqui).
Pilar, llama la atención la revelación que haces acerca del cuerpo de Túpac Amaru.

Cuando estudiamos la historia se nos dice que Túpac Amaru fue descuartizado, su tronco quemado en cerro Picchu, las cenizas esparcidas al viento y sus extremidades distribuidas en cuatro partes, así como que su cabeza fue enviada a Tinta. De ahí no sabemos más. El obispo del Cusco Juan de Dios Moscoso y Peralta, fue acusado por los parientes del Corregidor Arriaga de ser un connotado tupacamarista; para fundamentar esta posición se escribe un documento titulado “Las dos caras de un obispo o la verdad oculta”, que obra en el Archivo de Indias (Legajo 1044). Los parientes de Arriaga que pretenden recuperar sus bienes o al menos ser indemnizados, dicen que el 26 de agosto se celebraron en el Convento de San Francisco del Cusco las exequias del Inca José Gabriel Túpac Amaru; acto religioso a cargo de Diego Cristóbal Túpac Amaru. Raphael José Sahuaraura Tito Atauchi, en su libro "El Estado del Perú” defiende al obispo del Cusco y dice que gracias a él se pacificó el país y que se vio obligado a devolver bienes incautados a sus propietarios; no especifica lo del cuerpo de Túpac Amaru pero tampoco lo niega. El monseñor del Cusco, Severo Aparicio, en su libro sobre la defensa de Moscoso y Peralta, dice que: “Moscoso manifiesta no haber asistido a las exequias del Inca por encontrarse en Urubamba”; o sea, señala no haber participado pero no desmiente que hayan existido las exequias. El Dr. Carlos Daniel Valcárcel muestra la carta dirigida por el visitador Areche al ministro Gálvez acusando al virrey Jáuregui, al Mariscal del Valle y al obispo Moscoso de debilidad por haber autorizado a Diego Cristóbal a recoger los cuerpos de José Gabriel haciendo un entierro solemne en todas las cruces de la parroquia. Igual documento es señalado por el Dr. Atilio Seviriche Tapia, Presidente de la Comisión del Bicentenario de Túpac Amaru.

Todos estos documentos permiten colegir que existe un gran derrotero para buscar los restos del Inca en el Convento de San Francisco del Cusco. El obispo Moscoso y Peralta, sabedor del peligro del apoyo que brindaban los ingleses a los rebeldes, trama una amnistía para pacificar el frente interno; dirige muchísimas misivas a Diego Cristóbal pidiéndole se acoja a la amnistía y así poder pacificar los virreinatos del Perú y Río La Plata. No queda otro camino para los españoles : devolver los bienes incautados a los revolucionarios, y, como símbolo de convencimiento y que ellos dicen la verdad, aceptar que Diego Cristóbal entierre los restos del Inca con los honores de Jefe de Estado. Debemos decir que una vez que se produjeron las exequias del Inca, Diego Cristóbal, a pesar de la oposición de Túpac Katari y Tomás Vilcapasa, acepta la amnistía y firma la paz de Sicuani.

En tu libro se muestra a la mujer asumiendo un rol bastante protagónico, casi equiparable a los líderes del movimiento independentista, que es poco reconocido en la actualidad.
El rol es fundamentalmente político, ellas adhieren a la ideología de Túpac Amaru, que no era otra que lograr la independencia, y luchan en igualdad de condiciones para alcanzarla. En el batallar las mujeres asumen diferentes roles, como conductoras de ejércitos, caso de Micaela Bastidas, Tomasa Tito y Bartolina Sisa; también como juezas, nombran autoridades eclesiásticas y civiles, participan en el diseño de la estrategia y la táctica militar sin descuidar su rol de madres. Mercedes Castro, madre de Diego Cristóbal, llamada también la abuela, se encargaba de cuidar a los hijos de Cecilia, Micaela y Bartolina, entre otras, para que ellas pudieran combatir. Ellas fueron duramente reprimidas a tal extremo que en la sentencia de Micaela se dice que “hay que matar a la que cause horror y espanto para que nadie y ninguna otra se atreva a seguir sus pasos”. Recordemos que la mujer española estaba sometida a cumplir un rol determinado y en esas épocas de turbulencia la mayoría de ellas vivieron en los conventos para evitar sean dañadas. El machismo no permitía la actuación de la mujer; aparte de estar condenadas nuestras heroínas por su participación política, también lo estaban por no asumir el rol que España asignaba a la mujer.
Micaela Bastidas rompe con ese rol occidental. 
Ejemplo de la actitud política asumida por las mujeres es Micaela Bastidas, ella condujo ejércitos en las batallas, igualmente asumió una serie de roles que permitieron mantener y controlar territorios liberados. Ella tenía una visión muy clara de la estrategia y la táctica militar y manifiesta que el factor sorpresa y la rapidez son esenciales para ganar batallas, al igual que el aislamiento del enemigo; por eso solicita al Inca que destruya el puente sobre el río Apurímac para evitar que reciban refuerzos de Lima. Lamentablemente en este caso el Inca no consideró oportuno seguir sus consejos. Un rol poco conocido de Micaela es el de comunicadora social; ella solicitaba la colocación de bandos en las plazas públicas en lugares visibles para que la población conociera el ideario y el accionar de los tupacamaristas; y enviaba misivas comunicando las decisiones tomadas a las personas comprometidas con el movimiento independentista.
Las mujeres que participaron en la gesta tuvieron una clara visión política.
La historia oficial ubica a las mujeres por lo general como la esposa de, la amante de, la concubina de, pero no les reconoce un rol protagónico. Es necesario anotar que mujeres como Gregoria Apaza lograron la unidad en la zona de El Collao, entre los “cuzqueños-puneños” y los altoperuanos. Muerto el Inca, inicialmente Túpac Katari quiere asumir la conducción del movimiento sin reconocer la autoridad de Diego Cristóbal. Los conflictos se suscitan entre ambos grupos y gracias a la mediación de Gregoria Apaza se pacifica el movimiento, reconociéndose la condición a Diego Cristóbal. A Gregoria se le conoce como mujer sanguinaria y amante por la relación que establece con el bello Andrés Túpac Amaru, hijo de la heroína Cecilia. No le perdonan su liderazgo, y el ser mayor que él en 10 años se convierte en una desgracia para los españoles.
Háblanos sobre la marcha trágica a la que fueron sometidos los parientes de Túpac Amaru y sus partidarios.
La marcha trágica o Caravana de la Muerte está referida a la obligada caminata de Cusco a Lima que tuvieron que hacer los descendientes de Túpac Amaru y sus partidarios que estaban presos en la cárcel del Cusco. Juan Bautista Túpac Amaru (medio hermano del Inca, que sobrevivió y llegó hasta Buenos Aires) relata en sus memorias “El dilatado cautiverio bajo el gobierno español” y conocido posteriormente bajo el título “40 años de cautiverio”, que los presos fueron amarrados de pies y manos. Sin zapatos emprendieron el vía crucis desde el Cusco hacia Huamanga y de allí hasta el Real Felipe del Callao. Muchos murieron, caso de la propia esposa de Juan Bautista, Ventura Mojarrás, quien estuvo tres días pereciendo de sed y de hambre sin ser atendida, falleciendo al llegar a Huamanga; y varios niños murieron en la propia caminata, otros en la prisión del Real Felipe y en los barcos que los llevaron al destierro en España. En la “caravana de la muerte” partieron 78 condenados el 6 de agosto y caminaron 1400 km. Cornejo Bouroncle anota que 26 fueron hombres mayores de edad, 35 mujeres -casi todas ancianas- y 17 niños.
¿Entre los niños que participaron de la Caravana de la Muerte, se encontraba el hijo menor de Túpac Amaru?
No. Fernando Túpac Amaru, llamado por los españoles el “vil Fernando”, luego de haber sido obligado a presenciar el martirio y la muerte de su hermano Hipólito, de su madre Micaela y de su padre José Gabriel, el Inca; fue trasladado a Lima por el visitador Areche y colocado en el colegio de caciques “Colegio del Príncipe o de San Pedro”. Posteriormente se reúne en Lima con su hermano Mariano y su primo Andrés, quienes llegan del Cusco, engañados por los españoles con la idea de que van a arreglar los asuntos de bienes incautados. Producido el llamado “Complot de Marcapata” en Cusco, Fernando, su hermano y su primo fueron responsabilizados por ser parte de ese complot y conducidos en calidad de reos al Real Felipe, se les sentencia al destierro en España. Luego de una terrible travesía a bordo del navío “San Pedro”, Fernando llega a Cádiz y es colocado como prisionero en el Castillo de San Sebastián, posteriormente es trasladado a la Escuela de Pías de Getafe y muere a los 30 años de “melancolía hipocondríaca”. El sufrimiento de este niño fue tan grande que en sus cartas al rey, incapaz de comprender su prisión, manifiesta que ha llegado al convencimiento que su “único delito es el haber nacido”.
Para concluir, ¿qué lección podemos recoger como país que va camino a su bicentenario como república?
Si bien es cierto que lo tratado corresponde a finales del siglo XVIII, subsisten los estigmas planteados en esos años. Seguimos con una autoestima muy baja, se nos enseñó desde aquella época que lo nuestro es inferior, que nuestra cultura no vale, que nuestro arte tampoco. Y se ha trabajado al nivel de las estructuras mentales de tal manera que, pese a conocer Sacsayhuamán, Machu Picchu y otras maravillosas obras de arquitectura, pensamos que lo nuestro es insignificante. Debemos revalorarnos y solo conociendo nuestro pasado podremos actuar en el presente y proyectarnos al futuro. Nuestra cultura fue grande y nuestro arte también; los tintes y tejidos nazcas y paracas hasta el día de hoy no tienen parangón; el tallado de la piedra y las construcciones líticas admiran a la humanidad; nuestra cosmovisión hace que nos proyectemos en el universo. En cuanto a la concepción colectivista debemos bregar por ella, pues implica la noción de solidaridad y ayuda mutua; no se concibe el desarrollo individual sino está ligado al desarrollo social, contrariamente a la concepción eurocentrista del individualismo como desarrollo del ser humano. Es importante anotar el valor de las mujeres en el siglo XVIII; las mujeres tupacamaristas fueron políticas y cumplieron junto con los hombres un rol en la liberación de país en condiciones de igualdad, no se asignó ninguna acción por la condición de género, ellas ganaron sus cargos en la conducción de las batallas o en la administración de las ciudades y, por último es importante destacar que Túpac Amaru, si bien es cierto que era un hombre de fortuna, luchó con firmeza por lograr la independencia el país, propugnó un cambio en las estructuras económicas sociales y políticas, buscó la liberación del yugo español y dio su vida por los ideales. Es, por tanto, ejemplo de consecuencia y dignidad para nosotros.

Escrito por

Tania Temoche

Periodista. Egresada de la Maestría Escritura Creativa. Ha publicado poesía, artículos y entrevistas literarias.


Publicado en