#ElPerúQueQueremos

Entrevista a Roberto Ferro

"Rayuela es una novela insaciable que sigue provocando desajustes"

Publicado: 2013-07-01
Nuestra ciudad capital ha venido celebrando, a través de varias instituciones, los 50 años de la primera publicación de Rayuela (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1963), novela cumbre del escritor argentino Julio Cortázar. Y, en ese sentido, gracias a la suma de esfuerzos organizativos entre la Embajada Argentina, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Casa de la Literatura Peruana, se convocó como ponente principal al escritor y crítico literario argentino, Roberto Ferro, docente e investigador en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Conferencista reconocido sobre Literatura Latinoamericana, ha recorrido varios países de América y Europa; entre sus libros publicados están El asesino tiene quien le escriba; Lectura (h)errada con Jacques Derrida; El lector apócrifo; La ficción- Un caso de sonambulismo teórico; Línea de flotación;, Onetti / La fundación imaginada.

¿Qué impresión le ha causado la concurrencia del público a las conferencias en las que usted ha participado recientemente en Lima?
¡Muy buena! Es un público muy apasionado y atento, con mucha participación de jóvenes y no tan jóvenes.
Usted es un crítico literario acucioso, tengo entendido que su fuente fue la novela policial…

Yo hago crítica literaria porque me gusta lo policial. Hay ciertas simetrías entre la crítica literaria y el relato policial, yo tengo una postura muy definida en torno a ese asunto. Cuando el crítico busca objetos como inéditos, manuscritos, cartas, testimonios, allí la trama policial es muy pertinente para comprender las pujas que hay en ese campo. Donde son frecuentes las falsificaciones, las estafas, los plagios, las complicidades, que tienen una notable correspondencia con el género policial. En el período de la dictadura argentina yo era una especie de escritor negro de guiones de historieta, tenía que entregar una media docena por semana, que a veces, cuando se publicaban, aparecían totalmente cambiados, otras apenas con retoque,  y a veces directamente quedaban en el olvido. Esa práctica profesional me imponía la necesidad de componer historias y seguirlas hasta el final sin abandonarlas. La crítica literaria para mí, es una suerte de investigación, es una búsqueda de sentido. Cuando uno investiga a Cortázar investiga la biblioteca; cuando se investiga a Walsh, se investiga la calle. Yo nunca quise entregar toda mi pasión por la literatura a la academia, siempre me gustó trabajar en ámbitos distintos, puedo dar cursos de Literatura en el Museo de Arte Latinoamericano o en los ambientes de una cárcel. Me interesa esa cuestión policíaca, en la academia hay muchas luchas intestinas por puestos.

Roberto Ferro en la ponencia sobre julio Cortázar

Pero es bastante crítico con aquellos comentaristas literarios de suplementos de diarios que recomiendan títulos y autores para leer…

En una artículo que escribí dije que la profesión más brillante en los últimos tiempos en la Argentina es la de paseador de perros, y entonces, cuando vos vas a Buenos Aires y te encontrás con unos tipos que están con veinte perros y cobran unos mangos bárbaros!; entonces yo digo las editoriales consiguieron paseadores de lectores, hacen publicidad por determinados temas. Pero, cuando yo hablo de esa incomodidad me refiero a esa posición engolada que tienen algunos críticos, que se creen pontífices, se saben la voz de Dios y se la transmiten a los lectores como si fueran aquellos que saben lo que el autor quiso decir, y en realidad la crítica en la literatura lo que necesita es un modelo provocador, ser un amplificador, hacer que el lector haga su propio recorrido. Es un mercado de consumidores y, consecuentemente quieren instaurar su legitimación como texto literario. Ese es un proceso que se ha ido profundizando en los últimos años y supone un notable desplazamiento: si a mediados de los sesenta se pensó que había llegado “la hora del lector”; en la actualidad, predomina otra concepción que, por contraste, se podría denominar “la hora del cliente”. La legitimación del éxito es efímera si no está acompañada de otros modos de valoración del texto. Rayuela  o Cien años de soledad también encabezaron las listas de los más vendidos, pero junto con esa repercusión recibieron la atención crítica de diversas instancias de legitimación que los constituyeron en textos canónicos. La literatura se hace en travesías de larga duración. La literatura es una pasión, lo que no se puede hacer es burocratizar la literatura.

Hablemos de Rayuela, la primera vez que la leyó tenía 18 años …

Era un joven educado en política, muy lector, y había que leer Rayuela, porque había una novela distinta, era una teoría de la vida, planteaba otra intención, una ruptura, era una novela de iniciación. Ese era el núcleo en que yo me desenvolvía. Rayuela fue un modo de hacer literatura, un modo de enfrentar la vida. Hay una cosa política muy fuerte, no está regida por formas anacrónicas, en Rayuela no hay familia, allí se produce el deslumbramiento. En literatura, cuando se te adormece el músculo de admiración, estás perdido. La pasión con esta obra es posible porque hay una identidad intelectual sobre la adversidad. Rayuela parte del realismo, atraviesa todas las instancias sociales. En Argentina, México y en Brasil principalmente, algunos gobiernos de corte desarrollista habían propiciado el ascenso de las clases populares a la educación secundaria y universitaria; por lo tanto ese movimiento significativo surge en una década de gran cambio; había un público dispuesto cuando se publicó. En los años 80, al regreso de la democracia, yo doy un curso muy intenso de todo un año sobre Rayuela en el Centro Cultural San Martín, fue memorable en mucho sentido, descubrí muchísimas cosas y allí empecé a trabajar en profundidad el texto y a descubrir la grandeza de Cortázar. 


Y a pesar del tiempo, Cortázar aún cautivaMantiene esa fascinación que tiene que ver con cuestiones de la vida, sobre la existencia, el vacío. Horacio Oliveira es el personaje de un porteño, que vos querés encontrar en varios lugares, tipo genuino con una vasta formación, que puede hablar de música y cultura, pero Oliveira, tiene una cuestión de desesperanza, de final, que personalmente valoro, pues para fracasar hay que intentarlo, a veces lo que vos lográs, no es tan valuable como un notable fracaso. La lógica de Cortázar es la épica de los vencidos, que yo he valorado muchísimo, es una épica que tiene la historia de occidente, las apariciones hegemónicas de occidente contra las cuales el texto se revuelve entre la lógica y la razón; él se sirve de otros discursos para ponerlos a prueba. Cortázar como Joyce son desterrados, pero Joyce escribe sobre Dublín y Cortázar sobre Buenos Aires, entonces allí hay un juego de reencontrarse con el mismo lugar.  Lo que nosotros hemos vivido, hay que vivirlo de una manera particular. Es verdad que para mi generación, la revolución no es un fracaso, es un sueño incumplido, que seguimos buscando. Cortázar en algún momento elige trasformar su posición, confrontar con los discursos hegemónicos y de alguna manera pasar a la acción, lo hace de una manera frontal, a veces con ingenuidad, pero lo que no hay duda es la dirección ética de Cortázar, era un buen tipo. Nosotros en Buenos Aires creíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, la derecha fue atroz.
¿Rayuela sigue siendo una propuesta novedosa?

Lo fue para los que lo leímos por vez primera, para los que volvemos a releerla y para los jóvenes de hoy, sigue motivando atención. Es una novela insaciable que sigue provocando desajustes, en lo personal siempre me exige. No es un texto de consumo comercial. 50 años después, sigue convocando interés. Los lectores de vanguardia son los que salvan la literatura, como aquella gente que persevera en leer Trilce. Hoy todos coincidimos que Rayuela sería una obra difícil de publicar por la dictadura de algunas editoriales. Cada lector le da su propio sentido, su propia interpretación a la obra, eso es lo maravilloso de Rayuela.


Fotos: Omar Rivas

Escrito por

Tania Temoche

Periodista. Egresada de la Maestría Escritura Creativa. Ha publicado poesía, artículos y entrevistas literarias.


Publicado en